miércoles, 22 de enero de 2014

ELLA (UN CUENTO DE NAVIDAD)



Inexorablemente las manecillas del reloj, las hojas del calendario, caían como el hacha del verdugo e iban marcando de una forma lenta, pausada pero firme la llegada de una de las épocas más odiadas en su vida. Oía ese “tic-tac” y lo único que su mente podía imaginar era el deseo de alejar esas fechas, de dormirse un día y despertar 2 semanas después.

Estas tenían que ser unas fiestas diferentes, esa era su lucha interna pero la cruda realidad golpeaba con el mazo con toda su fuerza y, peor que bien, iban a ser unos días similares a los anteriores, similares a tantos años de lucha, de hipocresía, de estar felices, simplemente, por ser esos días…

¿A qué se debía esa repulsión a fechas tan entrañables? El era una persona sensible, con corazón, con una sentimentalidad a flor de piel (¡cuántos quebraderos de cabeza le provocó!), y tenía que sentir por esas fechas, cuanto menos, apego. Pero no, no era así.

Lo único que le apetecía era dormir, alejarse, aunque fuera momentáneamente, de aquellos oscuros pensamientos.

Recostado en el sillón de su casa, con el alma somnolienta y los ojos entornados, rememoraba febrilmente recuerdos buscando un momento al que poder “acogerse”, un instante al que poder aferrarse en el que esas fechas tuvieran un aliento de vida, un halo de felicidad.

Su mente viajó a un lejano día de diciembre a la terminal de un aeropuerto, donde se encontraba mirando, devorando quizá un panel por saber, por averiguar, casi por adivinar cuanto faltaba para que llegara ella. Los segundos se hacía minutos y los minutos horas, tal era el deseo de verla, de estrecharla entre sus brazos, de saborear la miel de sus labios dulces.

El pensamiento era único, verla, sentirla cercana, transformar esos abrazos virtuales, profundos pero no “reales”, en auténticos.

Y un maremágnum de personas desfilaban por la puerta que unía la terminal y su cabeza quería salírsele del cuello por estirar la mirada para divisarla, para por fin, contemplarla y disfrutar de esa grandiosa vista, de ver a su querido amor. Al fin divisó una melena rubia en lontananza, y comenzó a frotarse imaginariamente los ojos para comprobar si la visión que sus ojos le ofrecían a lo lejos no era producto de su imaginación, no era su corazón que le jugaba una mala pasada; y no, su mente nítida le devolvía una respuesta añorada, esperada largo tiempo, si, es ella, tus ojos no te están engañando. Se acercaba con paso firme, el imaginaba verla flotar a través del pasillo y empujando el carrito con sus pertenencias y una radiante sonrisa dibujada en esos labios de miel que produjo el efecto contagioso en su mente, copiándose, eso pensaba él, la misma sonrisa en los suyos.

La complicidad fue inmediata, esas miradas se fundieron en una sola, esas sonrisas conformaron casi una carcajada y un color anaranjado, casi rojizo se afianzó en las mejillas de ellas y una leve llamarada de calor acudía con presteza a las suyas y, como si un cristal les separaba se quedaron inmóviles, uno frente al otro, como almas infantiles sin saber que hacer… Todo el sentimiento acumulado durante largos meses quedó ahí en ese imaginario cristal, gracias a Dios el momento duró solo eso, solo ese instante fugaz pues él se adelantó mínimamente, le ofreció su mano y el abrazo entre ambos cayó rotundo, fuerte, duradero y no solo se fundieron sus cuerpos, tanto el como ella sintieron como sus almas, como sus corazones salían de sus propios cuerpos para unirse en el etéreo mundo del sentimiento.

Fue un visto y no visto, el mundo desapareció a su alrededor y solo habitaban en esa terminal aeroportuaria ella y el y la sublimación de un deseo largamente anhelado en forma de abrazo sentido, de abrazo correspondido, de unión de dos almas que, contra viento y marea, habían luchado por llevarlo a cabo. El mundo se paró en ese instante, los tic-tacs de los relojes se ralentizaron hasta incluso detenerse dentro de sus mentes y, sobre todo, dentro de sus corazones. Era la manifestación sublime de un amor, de un deseo, de una necesidad, de una pasión…

Y se deshizo el hechizo, la realidad se imponía, tiempo habría de volver a magnetizar el momento de ese encuentro, ahora tocaba volver al mundo, bajar de la nube que ese abrazo los había transportado, se imponía el momento de “desandar” el camino de ida para llegar al sitio indicado donde poder conversar, donde poder intercambiar las palabras que había sido retenidas durante esos meses de separación.

¡Despertó!

Un fuerte impacto se sintió muy dentro de él, en las mismas entrañas, una punzada hiriente se retorcía en sus entrañas al comprobar que había sido un sueño, solo un sueño, una preciosa ensoñación de un momento real vivido con pasión, vivido con absoluta realidad y notó dentro de él mismo como la herida punzante se transformaba en dulce melancolía, para dar paso a una controlada felicidad por haberse permitido acordarse de ella.

Ella marcó un momento de su vida, ella supuso vivir una Navidad diferente, llena de luz, de ilusión. Ella fue esa estrella errante en su corazón solitario.


Hoy voy a hacer un pequeño “anexo” del cuento, el cuentecito se llama Ella (She en inglés), pues nada mejor para poner colofón al relato que compartiros la canción “She”, cantada por su autor, el gran Charles Aznavour y con el vídeo-clip de la película donde suena, “Nothing Hill”.



Supongo que os gustará porque es una canción preciosa.

Permitirme, para finalizar, una pequeña dedicatoria, a una buena amiga Marina Carbonero, este cuentecito ha sido motivado por ella porque me dijo que no quería otro relato triste, pues aquí lo tienes querida Marina, un cuentecito con final alegre. El recuerdo de “ella” le servirá para tener una Navidad, un poco más alegre.

Aprovecho estas líneas para desearos, a todos los que paséis por aquí y que leáis mi cuento, unas muy felice navidades, que cada cual lo celebre como quiera y desee, que no haya imposiciones, que no haya hipócrita alegría y quien lo esté pasando mal, que sepa que, seguro. hay alguien acordándose de ellos y que no les obliga a estar contentos, “porque es Navidad”. Y que no nos olvidemos de una cosa importante, por lo menos para mi, Navidad no es una fecha en el calendario, es una actitud y tiene que ser llevada los 365 días del año.

¡Muchas felicidades! 

Así es. "Ella (un cuento de navidad)". En "El hogar de las emociones"

 

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