miércoles, 22 de enero de 2014

ELLA (UN CUENTO DE NAVIDAD)



Inexorablemente las manecillas del reloj, las hojas del calendario, caían como el hacha del verdugo e iban marcando de una forma lenta, pausada pero firme la llegada de una de las épocas más odiadas en su vida. Oía ese “tic-tac” y lo único que su mente podía imaginar era el deseo de alejar esas fechas, de dormirse un día y despertar 2 semanas después.

Estas tenían que ser unas fiestas diferentes, esa era su lucha interna pero la cruda realidad golpeaba con el mazo con toda su fuerza y, peor que bien, iban a ser unos días similares a los anteriores, similares a tantos años de lucha, de hipocresía, de estar felices, simplemente, por ser esos días…

¿A qué se debía esa repulsión a fechas tan entrañables? El era una persona sensible, con corazón, con una sentimentalidad a flor de piel (¡cuántos quebraderos de cabeza le provocó!), y tenía que sentir por esas fechas, cuanto menos, apego. Pero no, no era así.

Lo único que le apetecía era dormir, alejarse, aunque fuera momentáneamente, de aquellos oscuros pensamientos.

Recostado en el sillón de su casa, con el alma somnolienta y los ojos entornados, rememoraba febrilmente recuerdos buscando un momento al que poder “acogerse”, un instante al que poder aferrarse en el que esas fechas tuvieran un aliento de vida, un halo de felicidad.

Su mente viajó a un lejano día de diciembre a la terminal de un aeropuerto, donde se encontraba mirando, devorando quizá un panel por saber, por averiguar, casi por adivinar cuanto faltaba para que llegara ella. Los segundos se hacía minutos y los minutos horas, tal era el deseo de verla, de estrecharla entre sus brazos, de saborear la miel de sus labios dulces.

El pensamiento era único, verla, sentirla cercana, transformar esos abrazos virtuales, profundos pero no “reales”, en auténticos.

Y un maremágnum de personas desfilaban por la puerta que unía la terminal y su cabeza quería salírsele del cuello por estirar la mirada para divisarla, para por fin, contemplarla y disfrutar de esa grandiosa vista, de ver a su querido amor. Al fin divisó una melena rubia en lontananza, y comenzó a frotarse imaginariamente los ojos para comprobar si la visión que sus ojos le ofrecían a lo lejos no era producto de su imaginación, no era su corazón que le jugaba una mala pasada; y no, su mente nítida le devolvía una respuesta añorada, esperada largo tiempo, si, es ella, tus ojos no te están engañando. Se acercaba con paso firme, el imaginaba verla flotar a través del pasillo y empujando el carrito con sus pertenencias y una radiante sonrisa dibujada en esos labios de miel que produjo el efecto contagioso en su mente, copiándose, eso pensaba él, la misma sonrisa en los suyos.

La complicidad fue inmediata, esas miradas se fundieron en una sola, esas sonrisas conformaron casi una carcajada y un color anaranjado, casi rojizo se afianzó en las mejillas de ellas y una leve llamarada de calor acudía con presteza a las suyas y, como si un cristal les separaba se quedaron inmóviles, uno frente al otro, como almas infantiles sin saber que hacer… Todo el sentimiento acumulado durante largos meses quedó ahí en ese imaginario cristal, gracias a Dios el momento duró solo eso, solo ese instante fugaz pues él se adelantó mínimamente, le ofreció su mano y el abrazo entre ambos cayó rotundo, fuerte, duradero y no solo se fundieron sus cuerpos, tanto el como ella sintieron como sus almas, como sus corazones salían de sus propios cuerpos para unirse en el etéreo mundo del sentimiento.

Fue un visto y no visto, el mundo desapareció a su alrededor y solo habitaban en esa terminal aeroportuaria ella y el y la sublimación de un deseo largamente anhelado en forma de abrazo sentido, de abrazo correspondido, de unión de dos almas que, contra viento y marea, habían luchado por llevarlo a cabo. El mundo se paró en ese instante, los tic-tacs de los relojes se ralentizaron hasta incluso detenerse dentro de sus mentes y, sobre todo, dentro de sus corazones. Era la manifestación sublime de un amor, de un deseo, de una necesidad, de una pasión…

Y se deshizo el hechizo, la realidad se imponía, tiempo habría de volver a magnetizar el momento de ese encuentro, ahora tocaba volver al mundo, bajar de la nube que ese abrazo los había transportado, se imponía el momento de “desandar” el camino de ida para llegar al sitio indicado donde poder conversar, donde poder intercambiar las palabras que había sido retenidas durante esos meses de separación.

¡Despertó!

Un fuerte impacto se sintió muy dentro de él, en las mismas entrañas, una punzada hiriente se retorcía en sus entrañas al comprobar que había sido un sueño, solo un sueño, una preciosa ensoñación de un momento real vivido con pasión, vivido con absoluta realidad y notó dentro de él mismo como la herida punzante se transformaba en dulce melancolía, para dar paso a una controlada felicidad por haberse permitido acordarse de ella.

Ella marcó un momento de su vida, ella supuso vivir una Navidad diferente, llena de luz, de ilusión. Ella fue esa estrella errante en su corazón solitario.


Hoy voy a hacer un pequeño “anexo” del cuento, el cuentecito se llama Ella (She en inglés), pues nada mejor para poner colofón al relato que compartiros la canción “She”, cantada por su autor, el gran Charles Aznavour y con el vídeo-clip de la película donde suena, “Nothing Hill”.



Supongo que os gustará porque es una canción preciosa.

Permitirme, para finalizar, una pequeña dedicatoria, a una buena amiga Marina Carbonero, este cuentecito ha sido motivado por ella porque me dijo que no quería otro relato triste, pues aquí lo tienes querida Marina, un cuentecito con final alegre. El recuerdo de “ella” le servirá para tener una Navidad, un poco más alegre.

Aprovecho estas líneas para desearos, a todos los que paséis por aquí y que leáis mi cuento, unas muy felice navidades, que cada cual lo celebre como quiera y desee, que no haya imposiciones, que no haya hipócrita alegría y quien lo esté pasando mal, que sepa que, seguro. hay alguien acordándose de ellos y que no les obliga a estar contentos, “porque es Navidad”. Y que no nos olvidemos de una cosa importante, por lo menos para mi, Navidad no es una fecha en el calendario, es una actitud y tiene que ser llevada los 365 días del año.

¡Muchas felicidades! 

Así es. "Ella (un cuento de navidad)". En "El hogar de las emociones"

 

lunes, 20 de enero de 2014

ESA COMPAÑERA DE VIAJE




La mente de Luis volvía a jugarle malas pasadas, volvían aquellas malas sensaciones que, como por arte magia, iban recorriendo sus puntos vitales, su corazón, que en aquellos momentos de vacío no estaba protegido por la coraza de fiel caballero, y su alma noble, como correspondía al mismo caballero.

Esa mente inquieta dibujaba una compañera de viaje que le acompañaba siempre pero que poco se mostraba, aunque a veces, deshacia el “mutis por el foro” y aparecía en escena con hálito de tristeza.

Esa triste compañera que nunca pedía nada, pero que en algunas ocasiones suplicaba demasiado…

Este era el pensamiento que atronaba en la mente de Luis, esta era la dura sensación que habitaba dentro, porque le pedía demasiado, esa triste compañera de viaje “abusaba” de ¿su poder?, asignándose un papel preponderante en su sentimiento y en su alma.

Había aprendido a vivir con ella, la respetaba y ella le respetaba a él, pero en algunos momentos, en algunos instantes puntuales, fiel a su cita, acudía sin haber sido invitada, reclamando esa parte de su ser que le correspondía por “derecho”, ese era el “peaje” que la mente inquieta de Luis tenía que pagar; un precio modesto en las mayoría de las ocasiones, pero que había momentos en que el precio a abonar era insostenible.

Y el momento había llegado en que la “fiel” compañera tocaba en su hombro, asomaba la nariz por encima del mismo hombro que tantas lágrimas había recogido, tocaba en su corazón, que en ese momento se encontaba maltrecho por muchos sinsabores, por muchas miradas reflejadas en ese espejo de vida, que le devolvía una triste realidad. Era consciente de ello, sabía que la imagen reflejada era de él mismo aunque con otro rostro, pero le dolía, le maltrataba en estos momentos en que la compañera no querida atraía su atención.

Hoy pedía mucho, hoy demandaba esa atención que su mente no quería atender y que su alma quería, cuando menos, rechazar, no dar crédito a sus demandas, tener clara su presencia si, pero dejar de lado sus pretensiones que, de alguna manera, eran desmesuradas…

Su corazón, su alma, el noble pensamiento que habitaba en el, se revelaba, rechazaba de plano esa injusta compañía, esa inmerecida compañera de viaje. Y desde no sabía donde irumpían las palabras, los gritos en silencio de su más profundo ser.

– No quiero prestarte mi atención. -

Con estas palabras salidas desde los profundo de su ser, Luis queria borrar de un plumazo las pretensiones de la “compañera”.

– Aquí estoy porque me has reclamado. -

Eran las palabras de respuesta.Y en su mente Luis, empezó a pensar de que manera, por qué razón había invitado a la SOLEDAD a acompañarlo en el viaje…

Así es. "Esa compañera del viaje". En la web "Web Que Pymes" de German Prados.


domingo, 19 de enero de 2014

DESESPERACIÓN



Agotado, sin asomo de fuerza que pudiera ayudarle a levantar la cabeza, con el pensamiento inscrito en el círculo vicioso de su frenética desesperación, porque de eso se trataba, de una desesperación que no tenía ningún viso de acabar, y el cansancio dejaba su huella inscrita en la mente y en su corazón, hacía mella, dejaba la herida sin solución, sin restañarse, sin cerrarse, de una manera lógica, de una forma coherente.

Una herida que no había cicatrizado nunca, siempre abierta, siempre sangrando de una forma sutil pero en algunas ocasiones lo hacía a borbotones y en ese momento de su existencia, los borbotones salía como una corriente, como un salto de agua alejado mucho metros del suelo. Crujiendo cuando llegaba al mismo y provocando que las salpicaduras azotaran lo más profundo de su ser y aparecía el cansancio, el agotamiento, la desesperación.

No había forma de pararlo, (¿o si?) No, no era la manera, no era la solución, pero si, si que había un camino que tomar, una senda de espinas, de piedras dañinas para un corazón “descalzo”. Agotamiento, cansancio, desesperación y por qué no, abatimiento cubrían su alma, tapaban su poros, cerraban herméticamente su vitalidad que, por otra parte, ya se iba escapando paulatinamente.

Los ojos se entrecerraban, en un combinado de sueño, melancolía, cansancio y tristeza y afluían oscuros pensamientos como funestas ensoñaciones, no podía ser de otro modo. El sueño le venció al final.

Y por su mente pasaron recuerdos, volvieron temores de antaño, gruesas lágrimas de tristeza debían resbalar por su mejillas otrora regordetas de vida, hoy famélicas de sensaciones; quiso despertar, quiso borrar de un plumazo aquella negrura de su alma, pero era imposible, no podía quitarlos de su mente, de su corazón resquebrajado, perdiendo, gota a gota, su vitalidad. No sabía como, pero no era capaz de despertar de su propio sueño.

El castillo lúgubre de su infancia volvia a su recuerdo, más oscuro si cabe, más tétrico si era posible, y aquel siniestro personaje envuelto en la capa que lo esperaba nuevamente, le llamaba, le decía que fuera a él. Algo lúgubre, siniestro y tétrico le empujaba hacia el personaje, hacia el espectro que esperaba a la puerta del lugar.

Nunca había llegado hasta aquí en su ensoñaciones infantiles, siempre al ver el castillo, al avanzar hacia la entrada se había despertado, sudoroso, con el miedo dentro del cuerpo y con los ojos completamente rebozados en lágrimas.

Este sentimiento, este recuerdo del súbito despertar fue lo que hizo que Luis abriera los ojos y no, no estaba sudoroso, tampoco anidaba el miedo dentro de él, pero si, los ojos si estaban empapados en lágrimas, gotas de vida que se le escapaban por los ojos, como la puerta abierta del alma por donde, en forma de gotas se le iba la propia vida…

¿Por qué esa ensoñación ahora? Era una etapa de su pasado superada (¿o no?), al menos es lo que pensaba y la verdad era que hacía mucho tiempo que el fantasmal castillo no aparecía en sus sueños. ¿Por qué motivos volvía a enraizarse coléricamente dentro de si?

Los mazazos que sufría y que eran los motivos de las ensoñaciones, golpeaban en su recuerdo y dolía nada más sentir de nuevo el hecho de “verse” como “escudo humano” a esa edad tan temprana… no había derecho a que hubieran sesgado de esa forma abrupta la infancia de ese pequeñuelo, de esa persona que solo ansiaba vivir como correspondía a un niño de 5 años o quizá menos, en la edad donde los niños suelen empezar a tomar sus primeras decisiones morales y encontrarse con el espectro, con la pesadilla de tan ingrato recuerdo (¿solamente ingrato, solamente ese leve calificativo?), de sentirse usado como parapeto humano, cuando aun no había despertado su gran humanidad, su noble corazón.

No había derecho y el recuerdo viajaba con Luis, convivía con él, la mayoría de las veces dormido pero en algunos momentos, ese espectro, ese fantasma del pasado regresaba, retornaba, con toda su crudeza, a su sangrante corazón.La desesperación era fiel compañera ante la mínima evocación de la, igualmente desesperante, ensoñación, muchas veces había pensado en borrarla, en que no hubiera existido, pero los acontecimientos sucesivos en la vida de Luis no podían borrarlo, suprimirlo definitivamente, cada fin de semana, cada noche de viernes, el castillo, aparecía en las pesadillas de ese niño. Y con ese triste pensamiento, la mente del ya adulto muchacho rememoraba aquellos lejanos, pero a la vez muy presentes, recuerdos.Pasado y presente, iniciaban, o mejor dicho, seguían llevando a cabo una lucha fratricida, un duelo del que, como la famosa película, solo podía quedar uno.

Despertó por fin, serenó su inquieta alma, frenó el ímpetu; el fantasmal recuerdo se alejaba, pero simplemente se retiraba del recuerdo, la acción, la presencia del propio hecho evocado no desparecía, solamente se apartaba por su bien mental.

Un nuevo día despuntaba, el sol invariablemente salía, en su corazón también, confiaba, creía en ello de una forma feroz, y cada día el sol del amanecer borraba, o mejor difuminaba, los amargos recuerdos en esa infancia agridulce…

Gracias por formar parte de este espacio.

Así es. "Desesperación". En "El hogar de las emociones"

sábado, 18 de enero de 2014

PENSAMIENTOS







Quiso retirarse pronto, la mente bullía en una espiral infinita y la soledad era, en este instante el mejor aliado; quería poder analizar de forma simple, pero al mismo tiempo completa, todos los acontecimientos que se iban desarrollando muy cerca de él. Era el momento adecuado, era el momento justo, preciso, de analizar ese espejo, esos espejos, tanto el que el, sin desearlo, fomentaba, como en el que el mismo se reflejaba, era algo difícil, complejo de entender.

Ese retiro físico, necesario, imprescindible fue convirtiéndose en retiro mental, en descanso y paz espiritual que, por otra parte, era lo que más necesitaba para poner orden en tanto fluir sin descanso, pensamientos, a veces positivos y algunas veces, más de las deseadas, negativos, de aquellos que, sin darse cuenta, herían y sajaban su alma y su maltrecho corazón.Era una hiriente dualidad lo que se presentaba al la vista de su abatido ser, una dualidad que si, hería en su más profundo sentimiento, cortaba, cual afilado bisturí las fibras sensible de su alma y su mente parafraseaba a Rubén Darío con su ser y no saber y ser sin rumbo cierto, pues no hay dolor más cierto que estar vivo…Si, su mente delirante le provocaba a afirmar que la vida era un inmenso dolor, una inmensa agonía sin punto de retorno y, en cierta medida, en los momentos en los que la dualidad hería, Luis estaba completamente de acuerdo con las palabras del gran Rubén, pues muchas, demasiadas veces, no había mayor dolor que el simple hecho de vivir, que la simple constancia de estar en este mundo…

No podía comprenderlo, no podía soportarlo cómo, de su propia mente, salían esos pensamientos, no podía ser verdad que la vida era un sufrimiento constante, vital, perdurable e infinito. El vitalismo que siempre presidió su propia vida se resquebrajaba por todos los lados imaginables, por todos los poros de su ser, por todos los rincones de su sentimiento.Y la veía cerca, la observaba como avanzaba, como iba comiéndole terreno en su ser, en su esencia, en su interioridad y lo más doloroso es que, al mismo tiempo, dentro de él, se producía una pseudoconsciente condescendencia de aceptación de la cruda realidad. Y una pregunta, aunque planteada de maneras diferentes, retumbaba dentro.

¿Cómo ser al mismo mismo vida y no-vida?

¿Cómo poder aceptar la realidad y al mismo tiempo mostrar que no se tiene?

¿Cómo ser y no saber nada….? (Volviendo a parafrasear a Rubén Darío).

Martilleaban su mente, no era posible deshacerse de ellas, resonaban una y otra vez como ese timbal descompasado o esos platillos aturdidores, machacaban su pensamiento y, lo que era más duro, su sentimiento. Y todo se unía con la constancia real, fehaciente, comprobada del rechazo que sufría a diario, de día y de noche, sin descanso, sin receso, sin tregua…

La vida, su vitalidad se escapaba a borbotones por esos agujeros en sus poros, por esas sajaduras que el bisturí de su mente había provocado, había realizado y que eran de difícil sutura pero no queda otra, no queda otro camino que recorrer…

Las letras de una preciosa canción de Joan Baptista Humet resonaban y el título de la canción “Hay que vivir” se afianzaba en su maltrecha condición:

    “Habrá que hacernos a la idea que sube la marea y esto no da más de si.
    Habrá que darnos por vencidos y echarnos al camino que no hay norte por aquí…..


Hay que vivir amigo mio,
antes que nada hay que vivir,
y ya va haciendo frío,
hay que burlar ese futuro
que empieza a hacerse muro en ti.”

Gracias por formar parte de este espacio.

Así es. "Pensamientos". En "El hogar de las emociones"

viernes, 17 de enero de 2014

TRISTEZAS




Hoy siento el aroma de la despedida, el rumor cercano del adiós que "ruge" dentro de mi golpeando el sentimiento y haciendo salir fuera aquellos minúsculos placeres que, de una u otra manera, no tenían más remedio que salir. Todo era cuestión de tiempo, cuestión de necesidad; triste, pero real como la vida misma...

Las nota de Gardel tintineaban en su cerebro, "adiós muchachos, compañeros de mi vida..."

Con estas lapidarias palabras iniciaba una lectura de algo que cayó en sus manos.

Las lágrimas acudían a sus ojos, humedecían su rostro y "herían" su corazón, no podía ser y un triste lamento recorrió su mente, se instaló en su alma, se hundió en su corazón y quiso escaparse con un largo suspiro, pero no, no pudo salir desde su interior, desde el sentimiento del voluntarioso Luis.

Era el, era su visión, era el sentimiento que anidaba dentro, muy dentro. Esas palabras le devolvían su imagen, cual espejo maldito, de despedida, de querer decir adiós muchachos, adiós amigos, adios a todos.

Y la tristeza, la fiel compañera de siempre volvía en toda su “grandeza” para anidar en su alma, para entablar una larga y duradera relación con el mismo.

Siempre encontró el espejo muy cerca, demasiado cerca, siempre su imagen deformada pero real, se veía día a día, enfrentada a él, para darse una lección y por ello, la humildad fue la principal lucha de Luis, pelearía por esa humildad, pelearía por su generosidad, sufríría por ser a su manera, y volverían a su mente los sueños recurrentes, esos sueños de tiempo y ausencia que durante toda su vida habían estado ahí, presentes siempre, presentes y reales.
   
Lo echaba de menos, echaba de menos ese contacto cercano, generoso y echaba más de menos la certeza de no poder, de no tener tiempo en la vida para volver a sentirlo, de volver a experimentarlo.

- ¡Cuánto echo de menos un abrazo! -

Y volvió a repetirse la voz en su interior:

- Si Luis, echo de menos un abrazo, cálido, sentido, real, verdadero... -

Esa voz se reiteraba una y otra vez en la mente y le revolvía el interior, en los momentos duros siempre había tenido ese abrazo acogedor, ese abrazo que reponia su maltrecha alma, pero en estos momentos de travesía, en estos momentos de singladura en solitario no aparecía ese abrazo en su rincón del alma destinado a ese gesto. Y lo echaba de menos, mucho, con todas sus fuerzas deseaba poder tenerlo, que le reconfortara su más interno ser.

La notas del “adiós muchachos...” volvían a su mente, lentas pero rotundas, inexorables para enraizarse dentro de su corazón...

Antes de cerrar este post, quería deciros una palabras, lo primero agradecer a Mónica García la oportunidad que me dio de publicar mis cuentos, mis sentimientos en este blog y a Ana Carmen Moruga por ser la vía, el hilo que me unió a este precioso “Hogar de las emociones”.
Vuelvo a publicar en esta casita después de que me pidieran colaborar en dos grandes blog “Pescando palabras y redes“de la amiga Montse Rius y en “Los libros y Puri” de la escritora granadina Puri Estarli. (Os los recomiendo). Desde aquí también dar las gracias a ambas.
Gracias por formar parte de este espacio.


En "El hogar de las emociones". Aquí en el: "Tristezas".

jueves, 16 de enero de 2014

SU GENEROSIDAD





Su generosidad pudo con él, su mente amagaba con la "traición", intentaba romper esa relación de Luis con su corazón que, por otra parte, siempre había sido fluida.

¡Cómo había luchado, contra viento y marea, por mantener aislado a su corazón de su entorno más cercano! De aquel entorno que no hacía otra cosa que poner trabas, de una forma inconsciente, a que su corazón se abriera de par de par. Y había conseguido mantenerse a flote, aunque esa "delgada línea roja" quedara muchas veces por debajo de lo sanamente recomendable.

Y ahora, ¿qué es lo que amenazaba su corazón?, ¿por qué ahora aparecía esa temible diferencia?

¡Cuántos recuerdos! En el sentimiento afloraban aquellas dulces ensoñaciones de un "pequeño" corazón, pero rebosante de alegría, pero esas satisfacciones iban siendo minadas por cada uno de los acontecimiento tristes que se hundían dentro de él.

Cada espina de esa flor rascaba y manchaba con el resquemor, el dulce corazón de Luis, y una pregunta recurrente golpeaba sin cesar dentro:

-¿Por qué?-
     
La respuesta a esa "imposible" pregunta, a ese interrogante que abrumaba su vida, la tenía delante de él mismo cuando por las mañanas despertaba, se desperezaba e intentaba recuperar, delante del espejo su propia versión. Él era la respuesta, pues su mente y su sentimiento, su razón y su corazón, eran él.

Pero esos recuerdos amenazaban con romper la armonía que tanto trabajo había costado mantener, que tanto trabajo había costado... Lágrimas a flor de piel, deseos de abandonar, anhelos de acabar de una vez...

Y así, su generosidad, el darse a pesar de todo, el abrirse a pesar de las ventanas cerradas, el ofrecerse a un mundo lleno de gritos desgarrados, de promesas incumplidas, de sueños desvanecidos; esa generosidad pudo finalmente con él.

Sí, a pesar de todos los sinsabores vividos y que aún seguía viviendo por mor de las circunstancias de la vida, la generosidad triunfaba como el sol que, inevitablemente, sale todas las mañanas para dar luz, calor y color, esperanza, cercanía...

Sin darse cuenta, o muy consciente de ello, realmente no lo sabía, había empezado o, ¿quizá lo había hecho desde el principio? a quererse, a valorarse a pesar de todos los nubarrones que enturbiaban, día a día, su larga vida.

Había iluminado, había transmitido paz y cercanía (aunque quienes hubiera querido que lo hicieran, no estaban por "esa" labor).

"Los libros y Puri". Aquí en este: "Su generosidad"


jueves, 9 de enero de 2014

EL TIEMPO Y LA AUSENCIA






Dos ideas, dos conceptos bullían en su mente, por su recionalidad y, por supuesto por su corazón, por su sentimentalidad más profunda, siempre había presumido de tener un gran “cuore”, de haber “soportado” todo tipo de “bandazos” que él mismo, su entorno le habían provocado.
El tiempo y la ausencia martilleaban en su mente, vivió, compartió, luchó, amó y nada le acompañaba, nada a lo que aferrarse, solo una imagen vaga de aquello que supuso algo importante, lo más importante quizá, en su ya larga vida.

Y aun así le faltaba el tiempo, le faltaban horas para poder descubrir aquello que sentía, aquello que luchaba dentro de él por salir a flote, por salir a la "palestra" de su corazón, al escenario de su sentimentalidad, pero la ausencia golpeaba de nuevo en su mente, en su parte racional y le gritaba:

-"No"-

- "El tiempo se te ha agotado y no has estado. Vives para mi, para tu ausencia".-

Y el tiempo salió al rescate, lo recogió con sus manos dóciles, pero temblorosas, para asentir con él que si:

- Es posible.-

¿Por qué no iba a ser posible? No era una quimérica sensación, podía volver a vivir, a compartir, a luchar, a amar, a SENTIR.

Y una nueva sensación de frescor, como el de esas mañanas de otoño, cuando el aire que baja de las montañas, aún por cubrirse nieve, azota el rostro y ofrece una calma sin igual, una "protección" invisible frente a lo desconocido.

Y una frase de Alejandro Jodorowsky se le clavaba en la razón y en el corazón, "... pase lo que pase, todo ha sido para bien". TODO había tenido una explicación, imcomprensible para Luis, pero confiaba en el tiempo a pesar de que la ausencia intentaba seguir haciendo de las suyas, frenando las ansias de VIVIR, y "haciendo que llorara cuando nadie le veía"(parafraseando a Joan Manuel Serrat).

Y con las letras y acordes de "aquellas pequeñas cosas", pensó que no tenían razón, por lo menos en parte pues la ausencia si, pero el tiempo no las mató, ese reloj implacable solo hacía poner cada cosa en su sitio, cada pensamiento en su orden y cada sentimiento en su valor...

Esa "Pescando palabras y letras". "El tiempo y la ausencia".Aquí: "El tiempo y la ausencia"

miércoles, 8 de enero de 2014

DESPERTÓ



Me desperté, y no te vi,
sentí el aire frío de la desesperación
recorrer mis mejillas, mejillas
en otro momento cálidas por esos besos bañadas.


Aún te tenía en mi recuerdo de una forma sugerente...
Me desperté, y no te vi, te fuiste
susurrando aquello que más sentía,
el pesar, de no verte, de no sentirte,
de no poderte amar.


Mi alma profunda te busca,
ansía verte, acariciarte...
Me desperté y no te vi,
dentro de mi, siempre,
siempre estará esa oquedad
que dejó huella dentro de mi corazón.


un corazón partido en dos pedazos,
roto quizá de tanto usarlo,
desesperado de no verte,
sentirte, amarte.


Vuela, libérate de todo lo que te pesa,
suelta el lastre que te impide despegar,
aqui estaré, mis brazos te darán cobijo,
mi alma te acogerá de una forma leve pero firme,
te consentirá como nadie.
Me desperté....



Despertó.



Los ojos entrecerrados, el pensamiento libraba batallas internas para distinguir lo que había de verdad, y lo que aun quedaba de componente onírico. Intentaba desperezarse mentalmente en su yo interior, en su yo "libre", en donde aún no habían podido entrar para "arrarsarlo"; era su resquicio de libertad. Imaginaba un mundo lastrado para poder despegar, para poder sobrevolar su propio desespero pero la fuerza de su querer podía más, e intentaba lanzar al aire aquello que le molestaba, aquello que no le servía. Pensaba en como poder liberarse del lastre que tanto le pesaba, de todas la "maletas" de las que iba tirando y el frescor de la mañana, las gotas de lluvia que repiquetaban en los cristales le fueron despertando a una nueva ilusión, un deseo de separarse de todo lo que le molestaba, de todo lo que "tiraba" de él hacia atrás.
- ¿Cómo estás, Luis? -
Sobresaltado por la voz, Luis miró, aún con los ojos medios cerrados, a su alrededor pero nadie pudo hacerle esa pregunta, la soledad era "fiel" compañera y escrutó su interior y así era, esa pregunta salía de su yo interno, de su más íntimo pensamiento. Se estremeció, no llegó a miedo, pero si sintió inquietud al "oirse" preguntarse a si mismo.
Quiso responderse y con hilo de voz, debido al sueño, todavía presente en su cuerpo (¿o no?)
- No lo se. No puedo pensar en cómo me encuentro, en cómo estoy. - Se respondió.
Y dentro de su mente comenzó a resonar una carcajada fuerte, si, el mismo se reía de él. No lo podía creer que se riera de si mismo pero, ¿era reírse de él o con él?
Quiso despertar totalmente, quiso poder liberar la mente del sufrimiento, quiso llegar a su manera a ese final y lo que llegó fue la commprensión, el alma y el corazón de Luis dieron una "vuelta de tuerca" hacia ese chispazo de luz, "ELLA", la esperanza volvía, le "correspondía" aparecer, pues en los momentos de más oscuridad que sufría su interior, siempre recurrió a "ella" pero hoy se resistía a ofrecer su manto, su cobijo y la risa irónica, esa que tanto le gustaba a Luis, esa que había tenido que aprender, esa nuevamente aparecio en su mente preguntándole:
- ¿Por qué piensas en ella? -
- Es la fuerza que me sostiene, que me inspira, que me ayuda. - "Se respondió" Luis.
Y así se despertó, así intentaba borrar de su mente todos esos pensamientos que enturbiaban su día a día. A su manera quiso volver al final.
Despertó...

Publicado a "El hogar de las emociones". A quien despertó. "Desperto"


lunes, 6 de enero de 2014

A SU MANERA

 
Imagen y texto: Julio Amigo Quesada
Siempre había tenido Luis un algo especial con esta canción, aun era un crío y le llamaba la atención, aun sin saber que decía Frank Sinatra. Pero esa melodía, ese "in crescendo" de la propia canción para llegar al "éxtasis" final y ese concluir suave, se parecía a la misma vida que, durante el periodo que estás en ella va "creciendo" hasta que llega lo inevitable, ese clímax ulterior que da paso al tránsito, suave, melodioso, casi sin hacer ruido... Al enfrentarse a la letra de la canción, en inglés y entender "And now, the end is near...", y saber que ahora que el fin está cerca... Se habían acabado las dudas.

Luis había aceptado, (¿seguro?) los retos que la vida le había propuesto. Si, las aceptó intentando superar aquellas que le desagradaban o que, simplemente, no compartía y se mantuvo fuerte, no entendiendo, no creyendo, no asumiendo, pero en el final, se hizo la luz, y comprendió el porqué de todas y cada una de las pruebas que esa vida le había puesto en el camino.
Quiso, pensó que el amor había tocado su puerta, pero la ilusión se rompía pronto, ese querer no era más que una huida, hacia adelante siempre, pero no dejaba de ser eso, una huida hacia ningún sitio, un aferrarse a un vagón que, irremediablemente, acababa en vía muerta, o peor, llevaba a un sitio no deseado, no buscado, no querido. Pero se entregó siempre con la grandeza de corazón que le caracterizaba, ahora lo veía claro, a pesar de todo, intentó hacer valer esa nobleza, esa grandeza de alma que tenía, y quería, por bandera. Pero se equivocó al intentar encontrar lo que no "llevaba en el bolsillo" y así su vida se trastocó en un ir y venir sin sentido, en un querer y no poder y en un irremisible adiós al final, ese final que estaba tan cerca...
Pero cual púgil experto, supo y quiso encajar todos los golpes que la vida le daba, a veces con estilo, a veces de no tan buenas formas, pero nunca con afán dañino, su corazón le impedía golpear, lanzar directos, hacer daño a conciencia, esa misma que le "decía" una y otra vez que no viviría con tranquilidad y, por supuesto, era un pensamiento que nunca pasaba por la mente de Luis, es más, le repugnaba simplemente el hecho de intuirlo o mencionarlo. Pero los golpes, los directos venían, llegaban, azotaban el cuerpo y, sobre todo, su espíritu; no le importaba y no era porque no le dolieran, alguno de esos directos le hizo tambalear su frágil corazón, fracturado por la huella del pasado...
Las notas sonaban nítidas en su cabeza, se preparaba para afrontar serenamente el desenlace, cada vez más consciente de lo que era, cual era el desenlace previsto, de que manera llegaría, aun no lo sabía, pero resonaban en su cabeza los acordes, limpios, netos que le recordaba, momento a momento que estaba por llegar, que lo tenía en el horizonte y no le asustaba, pues había iluminado con su presencia aun a aquellos que no querían, que no lo valoraban, que no le importaba, él había sido así. Había hecho todo como pensaba, como creía, como interpretaba que era lo correcto...

Y lo hizo a su manera.

Publicado en "El hogar de las emociones". Aquí en este enlace: "A su manera"

domingo, 5 de enero de 2014

UN SUEÑO RECURRENTE


Foto y texto: Julio Amigo Quesada


Un sueño recurrente, se despertaba con esa mezcolanza de sentimientos, con esa mezcla agridulce del tiempo vivido favorablemente y de aquello que no pudo ser, que nunca fue y que nunca será.

El sol entraba por la ventana de su dormitorio, tibios rayos de ese sol primaveral que empiezan a calentar, pero que no molestan y su mente volaba a sus recuerdos de la infancia, recuerdos tristes algunos, alegres muchos. Nunca habían predominado los positivos, los alegres, los recuerdos festivos de una hipotética infancia feliz, todo lo contrario, en su mente, en la mente de Luis siempre habían sobresalido por encima de todo, los recuerdos tristes de un niño al que se le había pedido, antes de tiempo, que dejara de ser niño, aunque a los 5 minutos se le “machacara” con que era eso, sólo un niño…

Pero ahora era diferente, en su recuerdo, en sus ensoñaciones acudían motivos festivos. La luz del sol que se filtraba por la ventana le producía a Luis una benéfica sensación de paz consigo mismo, de cuando terminas algo y tienes la sensación de superación, de haber hecho lo correcto y de sentirse bien consigo mismo, el, que siempre había tenido la sensación de no llegar, de no haber cogido el tren adecuado, de haberse agarrado a muchas plataformas, pero que siempre acababa en una vía muerta.

Veía personas en sus sueños, mas nunca veía caras, nunca pudo Luis poner una cara a sus oníricos pensamientos, pero él sabía, el imaginaba, el intuía perfectamente quien o qué estaba detrás de esa máscara, pero su sueño nunca le devolvía un rostro, una faz que identificar. El dolor, quizá un elemento de protección, había tapado sabiamente la cara para no descubrir jamás. Ahora sus sueños benéficos tenían rostros angelicales, nada ni nadie en concreto, pero esas representaciones daban un color de beatífica paz.

Esa luz del sol, ese astro rey con su cíclica secuencia diaria, de salir, iluminar, dar brillo a todo lo que toca; siempre vio Luis en el sol algo especial, le llamaba la atención, sobre todo, su cíclica regularidad, siempre vio un espejo en ese sol, iluminar como “leiv motiv”, dar brillo a quien pudiera necesitarlo, y Luis negó esa cualidad, nunca pensó que él podría iluminar a nada y, por supuesto, a nadie. Su camino, su misión debía ser otra, que equivocado estaba.

Con esa perspectiva Luis había habitado este planeta, este rincón llamado mundo, donde el ofrecerse a los demás sin pedir nada a cambio no estaba de moda, no era “in”. Sufrió lo indecible, a la par que disfrutó de grandes momentos, intentos plenos de alcanzar la felicidad y no lo supo hasta ese momento, no aprendió hasta que su recurrente sueño apareció nuevamente, como fantasía onírica; y lo vio, sintió que su existencia, una vez que había encendido los candiles necesarios de su vida, debía tomar otros derroteros. Esta vez no habría tren, no habría plataforma a la que aferrarse, su tren era él mismo…

Y con ese sueño recurrente, con esa vuelta de tuerca de su mente inquieta, Luis supo, Luis aprendió a volver a ser el niño de sus fantasías, con una simple misión, recordarse que todos fallamos, que todos nos equivocamos, que todos en algún momento lastimamos; él se dio cuenta de ello, siempre lo supo, pero nunca lo admitió. Supo al fin que en ese sueño recurrente su misión fue ILUMINAR.

Publicado en "El hogar de las emociones por Ana Carmen Moruga. En este enlace "Un sueño recurrente"