domingo, 18 de mayo de 2014

Momentos

Un nuevo post, una nueva entrada, un nuevo cuentecito/relato que, por fin, he podido publicar (ya era hora) en el blog de Puri Estarli (@PEstarli). Un nuevo "encuentro" de Luis con sus temores, con sus miedos, con su propia mente.


Llegaban los momentos soñados, o quizá los momentos de soñar; a veces, demasiadas veces, o quien sabe si pocas veces, siempre se confundía dentro de nuestro ser, de nuestra mente, posiblemente, de nuestro corazón, si son momentos soñados o aún no había llegado ese ansiado anhelo.

 Anhelaba ese afán, sentía la necesidad de tener y se olvidaba del "sustrato", del "humus" que regenera ese "afán", ese "anhelo", ese "deseo" que es la propia reconciliación con uno mismo, y por eso los sueños "no llegaban", o pasaban, o simplemente no los veía porque, realmente, no los quería ver.

La magia que nunca había perdido, pero que pensaba que no tenía, volvió en el momento que el pensamiento se despejó de los nubarrones de la culpa, de la tormenta de no sentirse capaz; del huracán del complejo y los vio alejarse, sintió como desde lo más profundo de las entrañas se iban arrancando, se iba despegando esa condición y cada día que pasaba, cada día que "olvidaba", cada momento que iniciaba el proceso del perdón se iba arraigando dentro de él, de una forma rotunda y auténtica, el sentimiento mágico que provocaba llenarse de ilusión, inundarse de plenitud.

Y la emoción volvía a su alma, el pellizco retorcía el corazón, era como savia recuperadora, que duda cabe, para "remozar" el sentimiento, para allanar la emoción, para simplemente aprender a vivir de nuevo.

La emoción quería volver a su sentimiento, quería volver a ese puesto que le correspondía, a ese aspecto que era SUYO, siempre y la emoción quiso volver con él, quiso volver con quien tenía que estar, no podía estar en otro, y con otro, aspecto distinto.

Quiso y no podía, quería y no pudo contemplar esa ilusión dentro de él. Quería tener ese posible desafío dentro de su mente, dentro de él mismo, dentro de su corazón, pero no pudo.

La desilusión pronto volvió a su mente, pronto quiso embargar de una vez por todas ese corazón, ese gran "manchado" corazón de sabiduría, que quería y no podía alejar de una vez, y para siempre, la tristeza que todo lo abarcaba. Quiso y no pudo desarraigar de su entoldada mente la sensación que le provocaba, de una vez por todas, la gran tristeza que lo envolvía de una vez. Señalado siempre por esa "desazón" que siempre lo poseía y que casi nunca lo abandonaba. Quería, de una vez por todas, deshacerse de eso que le atosigaba, como piedra que se une a tu camino, como maleta que siempre viaja, vayas a donde vayas, como mochila que siempre va colgada a tus espaldas. Deseaba tanto desprenderse de ella...

Pronto Luis supo recomponerse, como tantas y tantas veces, se arregló, aunque fuera mínimamente, para poder salir a la calle, poder tomar conciencia de lo que le atenazaba, saber, de una vez para siempre que era lo que le acompañaba desde tanto tiempo, aunque ya sabía que era, que era lo que le atenazaba desde tanto tiempo atrás.

Y aquella "perfección" que tenía que llegar, se trasladó dentro de él, siempre muy dentro de él para estar siempre con él, como siempre había sido, como siempre tenía que ser. Pero la mente de Luis bullía sin asomo, era un "precioso" lodazal de ánimo, una mente que sin querer (y queriendo) no paraba de pensar, no paraba de "establecerse" por su cuenta, siempre quiso estar ahí.


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